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EL CLERIGO

 

En las haciendas del Refugio y las primeras de la Luz de Charcas, se fundió gran cantidad de oro y plata que era propiedad de la iglesia de Santa María de las Charcas. Las barras de oro fueron las que primeramente se embarcaron, mientras que los lingotes de plata quedaban guardados, se dice, que hasta nuestros días, en los socavones de las haciendas de El Refugio.

El embarque de oro se hizo dentro de costales cargados de mezquites y al lomo de varias mulas y machos al cuidado de un buen número de peones y unos frailes y así marcharon rumbo al sur camino de Roma o de España, pero al pasar por el rancho llamado “La Cañada”, la caravana se encontró varios hombres pasados a cuchillo y entre esos, había uno que estaba en agonía; dijeron que habían sido asaltados por una gavilla de El Salteador.

El moribundo al darse cuenta de aquella caravana que pasaba, le pidió ayuda y como era usual en esos tiempos, pidió también un confesor, entonces el fraile mayor, no queriendo poner en peligro la caravana, ordenó a uno de los peones ayudar a bien morir a aquel agonizante; cuando el peón tomó el puñal para rematar al cristiano, éste le volvió a gritar que era dueño de muchas riquezas y que por piedad le llevaran a un confesor. Cuando el peón escuchó lo de las riquezas le entró la codicia y le dijo que él era un clérigo y que bien le podía dar la absolución y le dio muestras de ser un religioso.

El agonizante le confesó que era un salteador de caminos y haciendas y que ahí le había tocado ser herido de muerte, habiéndolo abandonado los otros ladrones; entonces le dijo al supuesto fraile que era poseedor de muchas riquezas y le dijo tenerlas enterradas en algún lugar de la sierra. El bandido le dio la vaina de un puñal que tenía una forma especial y que era como la llave que abriría el lugar en donde estaba el tesoro.

Aquel falso clérigo ya no siguió a la caravana, sino que lleno de ambición, tomó rumbo al escondite del bandido, pero desgraciadamente lo que él ya no alcanzó a decir –por haber recibido de parte del fraile artera puñalada- fue que para llegar al tesoro había que pasar por la guarida de toda la gavilla y aquél hombre que se hizo pasar por confesor, cayó en desgracia y fue hecho prisionero de inmediato.

Posteriormente alguien reconoció la vaina y pronto se le interrogó y confesó su delito. Entonces la gavilla llegó hasta el lugar en donde había dado muerte al bandolero y allí mismo colgaron a aquel falso clérigo, que por esta razón y desde entonces, el rancho de “La Cañada” se le cambió por el nombre de “El Clérigo”.

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